Caminar nerviosa ante miradas ajenas. Temblor interno ante ladrido seguro. Volver a la rutina que describo normal terminará por destruirme. Miedo de sonrisas insanas y personas impactadas ante mi falta de moralidad. De dignidad. De cordura. Hasta un perro hambriento sospecha que no tendrá un grato alimento, un grato trato. Los bichos le dan un vaivén a mi cerebro para no olvidar donde realmente he caído. Aunque ahora este escribiendo en este lugar tan decente y mi familia ante todo me inculque moralidad. Fui precoz, mi mente cagó muy joven y ahora que lo sigo siendo y nado en el fondo del abismo acabar rápido es la única solución. Me refiero a ese acabado con mirada inocente coquetona, con cigarro en la mano y con la lengua seca en alcohol. Siempre precoz, tres pastillas al día de siquiatra y presión alta es un buen postor.
Este aroma de verano, pájaros chillando y yo siempre bien acompañada, por Dios! ¿Que peor?



No hay comentarios:
Publicar un comentario